Años de sequía rabiosa amenazan la supervivencia de productores y agricultores de más de 100.000 hectáreas de vid, olivar y almendro en la Región de Murcia
Texto y fotos FEDERACIÓN DE COOPERATIVAS AGRARIAS DE MURCIA (FECOAM) | Reportaje aparecido en el diario LA VERDAD DE MURCIA
Los agricultores y los cultivos de secano en la Región de Murcia se encuentran en una situación límite tras tres años de sequía rabiosa, enfrentándose al arranque masivo de árboles en un futuro inmediato, sin apenas cosecha y con grandes pérdidas de producción y económicas.
Así lo advierten los productores de zonas como el Noroeste y el Altiplano, donde cultivos como la vid, el almendro y el olivar son especialmente vulnerables debido a que sus rendimientos productivos dependen directamente de las precipitaciones y de la capacidad de reserva hídrica del suelo.
Actualmente, en la Región de Murcia más del 80 por ciento de las plantaciones de viñedo, olivar y almendro se encuentran en secano, con alrededor de 100.703 hectáreas productivas, que han recibido poca o ninguna aportación de lluvia en las últimas campañas. Sólo se ha llegado a mojar una capa muy superficial de los campos, totalmente insuficiente para mantener las cepas o los árboles, y mucho menos para producir.
La consecuencia de esta situación “en un futuro inmediato” es el abandono de cultivos y de tierras, con las consecuencias negativas que todo esto conlleva, como el avance de la desertificación, la aparición de plagas o la despoblación, entre otros. Así lo explica por ejemplo Pedro Guerrero, agricultor y representante del sector de frutos secos en la Federación de Cooperativas Agrarias de Murcia (FECOAM). «Estamos ante una situación muy tétrica. Vamos a empezar ahora en el mes de mayo o junio a arrancar árboles que se están secando, y lo que más nos preocupa es que en el secano se abandone el cultivo. Estos árboles enfermos, secos, que se han muerto por la propia sequía, propagan plagas a parcelas colindantes, por lo que hay que arrancarlos, con el coste añadido que aparejado».
«Y si no se elimina y se abandona, y se deja el avance de la desertificación, la ruptura de la biodiversidad y el perjuicio al medio ambiente es enorme», recalca Guerrero. En esos mismos términos se explica Eugenio González, agricultor y representante sectorial del vino en Fecoam.
«Ahora mismo la vid tendría que estar lista para la poda en verde, quitando los sarmientos que están fuera de la brocada», pero en muchas parcelas «las cepas están con una altura mínima a malas penas, y al ser de secano, y no tener ninguna opción, se quedarán así«.
Pero el problema es que el tiempo «sigue en la misma línea», con un aumento de las temperaturas, y consumiendo los cultivos, algo que no va a cambiar en los meses de verano. Ante esta situación, “con suerte si no se seca del todo, es que se quede con el mínimo imprescindible, con el corazón de la cepa contraído, perdiendo los vasos de savia».
Solo si en los dos próximos años «como mínimo», se produjeran precipitaciones normales, «podría llegar a recuperarse». Esto en el mejor de los casos, «pero muchas cepas no han brotado y se van a secar en las próximas semanas».
Ante esta situación, el agricultor de secano tiene un panorama muy complicado. El sector del viñedo viene de tres años «con una caída de producción en los dos primeros del 25 por ciento», remarca González. «Como ha seguido sin llover o sin llegar nunca al mínimo necesario, la producción cayó al año siguiente otro 30 por ciento. Y este año, en números globales nos vamos a ir a una producción de alrededor del 25 por ciento«.
Para Francisco Carreño, productor del sector vitivinícola y miembro del Consejo Rector de Fecoam, con esta situación «en parcelas que son una maravilla ya faltan cepas, y en muchas, en lugar de estar llenas de hojas, ahora mismo la planta tiene el mínimo para mantener el árbol como sea, ya que la naturaleza quiere vivir», pero sin fruto alguno. Los agricultores de secano de la zona de Bullas «lo están pasando muy mal», afirma Carreño.
Muchos han diversificado las plantaciones, con viña, almendro, olivar, para ir compensando un año con otro, «pero el problema es que este es el tercer año donde no hay nada, ni almendra, ni oliva, ni uva. Ante esto, «las personas finalmente acaban por abandonar y marcharse».
Sin relevo generacional
En esto coincide Pedro Guerrero. «La gente se aburre, los jóvenes, el agricultor joven ve que no compensa», que con una explotación agraria «se malvive». Esta situación implica una pérdida de puestos de trabajo y de futuro para zonas como el Noroeste y el Altiplano, donde los jóvenes no se incorporan a los cultivos tradicionales de secano en general.
Como explica Eugenio González, «llevamos viéndolo desde hace tiempo. Se pueden contar con los dedos de la mano los agricultores que se incorporan jóvenes al viñedo. Antes ibas por la carretera e ibas viendo viñas, ahora tienes que andar bastante para encontrar fincas de una hectárea. Y otros cultivos tampoco son futuro ni solución, ya que, si no llueve para el viñedo, tampoco para otros». Los jóvenes «venden las fincas, o las dejan yermas, no se incorporan a este sector, y eso no es lo normal. Antes había un relevo generacional de un 20 o un 30 por ciento, ahora no llegaremos ni al 3 por ciento«.
Los agricultores y productores actuales «piensan en aguantar, pero no quieren que sus hijos estén viviendo esta situación. Quieren que estudien ya que una explotación no es un futuro». Con una situación laboral en la Región de Murcia y en España donde se plantea la jornada laboral de 35 horas, «cuando ahora mismo un agricultor trabaja 50 o 60 horas, es lógico que no se incorporen», señala González.
En este sentido, para Francisco Carreño «lo trágico es que los propios padres les dicen a los hijos, mira, búscate la vida en otra cosa». Personas que pusieron en marcha una explotación agrícola «para dejarlo a sus hijos, ellos mismos les dicen búscate otra cosa, aquí es muy difícil». Para este agricultor, “después de 3.000 años de cultivo de la vid en esta zona, es una pena que nos toque a nosotros abandonar los cultivos”.
«Si la juventud viera una apuesta importante por parte de los responsables políticos, en la que dijeran que el árbol es el árbol, la tierra es la tierra y vamos a proteger y ayudar, pues a lo mejor la gente joven viviría con un poco de expectativa», incide Pedro Guerrero.
Pero las diferentes políticas con respecto al sector primario “impiden la posibilidad de sobrevivir el día de mañana. Y eso es una pena, porque aunque “no faltará almendra en España porque vendrá de América”, está por ver “a qué coste y en qué condiciones”, como por ejemplo tras los últimos casos detectados de presencia de aflatoxinas en la almendra importada de Estados Unidos.
Soluciones urgentes
La Región de Murcia es una de las comunidades autónomas más afectadas por la sequía. Como señalan los agricultores de secano, con plantaciones prácticamente extenuadas, con cultivos en pleno retroceso, se necesita del esfuerzo por parte de las administraciones para que el cultivo de olivar, la vid o el almendro no desaparezcan de la región, con la consiguiente pérdida de patrimonio y de identidad, y el daño social, económico y medioambiental que acarrearía.
Para Pedro Guerrero, «los agricultores de secano son los que contribuyen al mantenimiento y al sostenimiento del medio ambiente, cuidando y cultivando un ser vivo de origen vegetal que produce alimentos» y “nos llena de desasosiego el ver que no tenemos salida y no ves decisiones importantes por parte de los que tienen la responsabilidad de gobierno y una apuesta decidida a luchar por el campo”. El sector demanda soluciones urgentes y medidas específicas para que el secano pueda seguir produciendo, como ayudas del Estado para paliar los efectos de la sequía, una fiscalidad reducida para estas explotaciones en crisis, así como la autorización de riegos de socorro para salvar las plantaciones.
En este sentido, Carreño cree que “no estamos hablando de cambiar los cultivos a regadío, sino que cuando las condiciones climatológicas sean adversas, se podrían salvar y mantener los cultivos existentes”.
Así opina Eugenio González, para el que “los agricultores somos la primera línea en la lucha contra el avance del cambio climático”. Ante un escenario de cambio climático y el avance de la desertificación, más que riegos de socorro “necesitamos riegos sociales”. “Estamos en la misma cuenca hidrográfica que el sur de Albacete, en Castilla La Mancha, donde sí se practican este tipo de riegos con la infraestructura adecuada”. Con esa aportación “se evitaría arrancar las cepas, manteniendo la plantación, y se retrasaría el cambio climático”.
En este sentido, Francisco Carreño señala que “lo venimos diciendo desde hace mucho tiempo”, y así lo han transmitido a la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS). “Parece ser que hay territorios dentro de la confederación, en la zona de los municipios de Albacete, que han llegado a conceder el riego de socorro”.
“Necesitamos agua”, remarca Pedro Guerrero. “Es necesario que los que gobiernan busquen soluciones y no conflictos. La gente no debe olvidar que comemos del campo, que la almendra no viene del lineal, que el pollo no está en el supermercado por arte de magia”.
Sin agua “habrá que arrancar los cultivos y en tres o cuatro años, con la tendencia de que cada vez va a llover menos, en un máximo de cinco años, esta zona del Altiplano y del Noroeste va a ser un desierto queramos o no queramos”.
Francisco Carreño añade que “parece mucho más sensato mantener a la gente en el territorio”, pero esta terminará yéndose “si no tiene más remedio”. “Si no hay actividad y trabajo, es imposible. Esto es una cadena que no se produce de un año a otro, sino que va poco a poco, y que necesita de decisiones a medio y largo plazo”.
Cuestiones como el equilibrio medioambiental, calidad del agua, el CO2, la biodiversidad, la fijación cuando se cultiva para evitar la erosión, “todo eso necesita de personas en el territorio”. Y eso se consigue “generando certidumbres, de compromisos por parte de todo el mundo, porque cuando los agricultores y productores no tengan recambio, ¿qué va a pasar?, ¿quién cuida del territorio?”, se pregunta Carreño.
“La Monastrell es una variedad que está muy adaptada al terreno desde hace 5.000 años, acostumbrada como los agricultores a sufrir y a pasarlo mal», pero en estos momentos “la situación está de verdad muy difícil”, remacha Eugenio González.